Al final este blog va a parecer un tratado de meteorología en vez de ciclismo. Pero es que la situación lo exige. Imposible eludirlo. Y si no, que alguien me lo explique ¿cómo puede marcar el termómetro 42º en los Pirineos franceses? Pues sí, pasó y para más señas fue el 22 de junio a las 15:00, cuando afrontábamos los 30 últimos kilómetros de la Hubert Arbes (HB) después de subir Loucrop, Tourmalet, Borderés y Soulor. No hizo falta que nadie nos explicase eso del calentamiento global. El Mediterráneo en los Pirineos.
Las pedaladas dentro del horno pirenaico francés sólo fueron el epílogo de dos jornadas seguidas de ciclismo de altas cumbres. Todo empezó, como expliqué en el comentario anterior, por la casualidad. Así, que el 21 de junio bien tempranito, la salida era a las 7:30, me vestí con mi maillot del Euskaltel, había que conservar limpio el maillot del club, dispuesto a tomar la salida en la Quebrantahuesos (QH). El objetivo, rebajar el tiempo del año pasado (7h31) y guardar fuerzas para el día siguiente en la HB, si es que aquello era posible.
Al salir solo, no me quedó más remedio que ir haciendo amistades por el camino. Al principio, todos vascos, que creían ver en mí a un bilbaíno a uso. Después comencé a vislumbrar una retahíla de maillots conocidos. Quintanar, Sonseca, Almagro, Herencia, a todos se les quedaba cara rara cuando les saludaba con un ¡¡¡vamos paisanos!!! en perfecto dialecto castellano-manchego.
Sin comerlo ni beberlo me planté en el Marie Blanque. Tranquilito y con el 27 bendito metido me dediqué a no sufrir, si es que se puede decir eso en un puerto con cuatro kilómetros por encima del 11%. Al bajar, oh sorpresa, la grupetta camuñera, eso sí, también reducida a la mínima expresión. Vamos que eran dos, Pigüi y Furia. Llegamos al Portalet juntos, pero a los 15 kilómetros de subida tuve que dejar al bueno de Pigüi que se marchase solo. Mi ritmo es el mío y me lo marco yo, pensé. Dos avituallamientos líquidos más arriba, el calor hacía que el agua de los bidones se evaporase, llegó mi momento de gloria. Quedaban tres kilómetros para la cima y todos los aficionados vascos que se arremolinaban en la cuneta creyeron ver en mí a una especie de Ibán Mayo redivivo con el maillot del Euskaltel. En medio de una marabunta de bramidos, gritos, aplausos y vivas coroné el Portalet sin tiempo de explicarles que mi rh es de Toledo.
Después, en ese suplicio que se llama collado de la Hoz, me hice colega de un ciclista canario. Hasta aquí todo normal. Lo raro fue cuando me dijo que su novia, que le estaba esperando en meta, era de Villafranca de los Caballeros, a sólo 15 kilómetros de mi pueblo. Vénir hajta Sabíñanigo pa' ejto, que diría José Bono..., bueno y para dejar mi récord particular en 7h12. Lo de la peregrinación a Lourdes para correr la Hubert Arbes lo dejó para el siguiente artículo, porque tiene miga. Van unas fotitos de mala calidad de la QH. Por cierto, también hay un enlace de mi llegada al Marie Blanque, buscad en el minuto 2:20 a uno que va por el centro de naranja. http://corriendovoy.com/videos/ver_video.php?sec=3&carrera=qh&video=marieblanque2.flv
Las pedaladas dentro del horno pirenaico francés sólo fueron el epílogo de dos jornadas seguidas de ciclismo de altas cumbres. Todo empezó, como expliqué en el comentario anterior, por la casualidad. Así, que el 21 de junio bien tempranito, la salida era a las 7:30, me vestí con mi maillot del Euskaltel, había que conservar limpio el maillot del club, dispuesto a tomar la salida en la Quebrantahuesos (QH). El objetivo, rebajar el tiempo del año pasado (7h31) y guardar fuerzas para el día siguiente en la HB, si es que aquello era posible.
Al salir solo, no me quedó más remedio que ir haciendo amistades por el camino. Al principio, todos vascos, que creían ver en mí a un bilbaíno a uso. Después comencé a vislumbrar una retahíla de maillots conocidos. Quintanar, Sonseca, Almagro, Herencia, a todos se les quedaba cara rara cuando les saludaba con un ¡¡¡vamos paisanos!!! en perfecto dialecto castellano-manchego.
Sin comerlo ni beberlo me planté en el Marie Blanque. Tranquilito y con el 27 bendito metido me dediqué a no sufrir, si es que se puede decir eso en un puerto con cuatro kilómetros por encima del 11%. Al bajar, oh sorpresa, la grupetta camuñera, eso sí, también reducida a la mínima expresión. Vamos que eran dos, Pigüi y Furia. Llegamos al Portalet juntos, pero a los 15 kilómetros de subida tuve que dejar al bueno de Pigüi que se marchase solo. Mi ritmo es el mío y me lo marco yo, pensé. Dos avituallamientos líquidos más arriba, el calor hacía que el agua de los bidones se evaporase, llegó mi momento de gloria. Quedaban tres kilómetros para la cima y todos los aficionados vascos que se arremolinaban en la cuneta creyeron ver en mí a una especie de Ibán Mayo redivivo con el maillot del Euskaltel. En medio de una marabunta de bramidos, gritos, aplausos y vivas coroné el Portalet sin tiempo de explicarles que mi rh es de Toledo.
Después, en ese suplicio que se llama collado de la Hoz, me hice colega de un ciclista canario. Hasta aquí todo normal. Lo raro fue cuando me dijo que su novia, que le estaba esperando en meta, era de Villafranca de los Caballeros, a sólo 15 kilómetros de mi pueblo. Vénir hajta Sabíñanigo pa' ejto, que diría José Bono..., bueno y para dejar mi récord particular en 7h12. Lo de la peregrinación a Lourdes para correr la Hubert Arbes lo dejó para el siguiente artículo, porque tiene miga. Van unas fotitos de mala calidad de la QH. Por cierto, también hay un enlace de mi llegada al Marie Blanque, buscad en el minuto 2:20 a uno que va por el centro de naranja. http://corriendovoy.com/videos/ver_video.php?sec=3&carrera=qh&video=marieblanque2.flv