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viernes, 25 de julio de 2008

El amigo Julien (Hubert Arbes 2008)

Maldito fue el día en que el amigo Sonse escuchó eso de "Buahhh, la Quebrantahuesos es para llaneadores, nosotros hacemos la Hubert Arbes". Eran unos compañeros vascos, creo, con los que se juntó en la Marmotte. Palabras mayores. Así que, picados en nuestro orgullo manchego, aquí lo más alto que tenemos es el puerto de Marjaliza, que, por cierto, se sube en esta Vuelta a España, Escri, Sonse, José Manuel, Javi, la clavícula de Tapetado y yo, decidimos emprender el reto de subir Loucrop, Tourmalet, Borderés y Soulor de una tacada. Casi na. Y encima, a más de 30º, de media eh, que llegamos a los 42.

Con la Quebrantahuesos en las piernas no era cuestión de 'apretarse' desde el principio, así que en los 20 kilómetros de carreteras francesas (un infierno de rotondas, isletas y señales mal colocadas) me dediqué a rodar tranquilo. Fue llegar el Loucrop y 'picarme' con dos o tres gabachitos de esos que van a su bola, como si no estuvieran rodeados de casi 1.000 ciclistas más. En el descenso me dí cuenta que bajando hacían lo mismo, así que cogí rueda de un catalán que hacía una trazada muy a la española. Que raro suena esto.

El tramo llano, bueno, más bien picajoso, por Bagnerés de Bigorre, se hizo eterno. El Tourmalet ahí, a un paso. Nervios para entrar bien colocado. Y eso que son 18 kilómetros de nada. En la curva de la fuente (cualquiera que haya estado allí la conoce) los amigos gabachos nos tenían preparado un atasco para que nuestro chip pitase y así medirnos el tiempo que tardábamos en subir el 'mal giro', que es lo que viene a significar el nombre del puerto. No está mal la idea, luego nos sirve para compararnos con los pros y darnos cuenta de lo que es andar.

Aquí sí que no me pillaron. Era mi tercer Tourmalet por La Mongie (algo así como un 8.000 en el alpinismo) y me lo tomé con tranquilidad. Hasta Gripp estuve hablando con un valenciano, después me hice amigo de un francés que nos deseó suerte para la Eurocopa, ese día era el España-Italia, entre charlas llegué a las galerías y me dije, esta es la mía. Desde allí y hasta la cima, cinco kilómetros de los más duros que se pueden hacer en bicicleta, fui recogiendo 'cadáveres'. 'Mesié Le Masó', ese gran amigo de Perico Delgado, estaba haciendo su agosto. Repartió a gusto. Coroné como nunca lo había soñado, con fuerzas, pero a 20 minutos de los primeros, liderados por Nicolás Portal, el gabacho del Caisse d'Epargne, con el que un mes después pude hablar y al que 'reté' para el año que viene.

Aproveché el tiempo de espera para hacernos la foto mítica del cartel y el ciclista degustando la cocina francesa ciclista. Barritas de gelatina, muchos frutos secos, algo que otro sandwich y una especie de isostar que sabía a sudor, pero del que me bebí dos botellines. La sed obliga. Llega Javi y da la noticia. 'A mi hermano se le ha roto el cambio, está fuera de carrera'. Escribano corona con muy mala cara y renegando.... 'yo hago la pequeña', y Sonse, que reconoce que ha tenido una pequeña cita con 'Mesie Le Masó' anima, venga a por el Borderés.

El Borderés puede ser el puerto peor medido de la historia. La altimetría decía algo así como rampas del 6% y muchos descansillos. Luego, sobre la carretera descarnada y botosa, eran kilómetros enteros al 10 y al 12%, con algún pico del 17%. Una trampa que nos dio paso a un Soulor que se hizo más que eterno y en el que las sombras fueron lugares cotizadísimos. No era extraño encontrar a un grupito acurrucado bajo un arbol bebiendo agua.

Al acabar de bajar el Soulor nos esperaban nada menos que 40 kilómetros llanos, con algún repechillo, eso sí, sobre la canícula francesa, que diría Javier Ares. En el primero nos encontramos con un francesito perdido de la mano de Dios. A rueda chaval. No sabía ni una palabra de español, pero en estos casos se entiende todo. Este grupo inicial de cuatro, el gabacho, Sonse, Javi y yo, porque Escri hizo la 3,14 nada más comenzar a subir Borderés, fue engordando con el paso de los kilómetros con todos los cadáveres que íbamos encontrando. Eso sí, todos a rueda. Ni un relevo daban los colegas.

A unos diez de meta, 'Mesié Le Masó' le recordó a Sonse que tenían una cita. Lo certíficamos cuando dijo la mítica frase, 'dejadme solo que voy mal'. Pajarón al canto. No problem, más flojito y a esperar. Eso no lo pareció entender la recua de chuparuedas que venía detrás, que aprovechó para atacar. Menos mal que el amigo Julien se quedó con nosotros. No trabajo, no demarro. Buena filosofía. Luego le hicimos entrar de la mano con nosotros. Con personas así merece la pena hacer 165 kilómetros bajo un sol de justicia.