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martes, 8 de abril de 2008

Bilbao-Bilbao, Contador y yo mismo

Me gusta que se relacionen las cosas sobre las que quiero escribir. Es algo que gusta a los periodistas. Juntar dos aspectos que nada tienen que ver para iniciar una crónica es una cosa que te ayuda a sentirte más literato que otra cosa. A dar una dimensión distinta. A diferenciarte de los demás. Es como pasar de pintor de brocha gorda a artista del pincel. Este no es el caso, pero Contador y el que escribe coincidimos en Bilbao con dos días de diferencia.

El bueno, o sea Alberto, marcha líder en la Vuelta al País Vasco y en Erandio, que está a unos kilómetros de Bilbo se dio el gustazo de atacar en el llano. Así, como el que no quiere la cosa. Espectáculo 100% que se van a perder los organizadores del Tour. Peor para ellos. 'Nadie tira piedras contra su propio tejado', dice el refrán. Habrá que cambiarlo.

Un tal David Herrero, que quedó tercero en la etapa, reconoció que Alberto Contador no está un punto por encima del resto, (Evans, Bettini and company), sino "dos, tres o cinco. Él hace una carrera distinta a la de los demás".

Pues eso, que mientras que al bueno de Alberto le traerá un gran recuerdo Erandio, a mí la ciudad vasca me suena a kilómetros de más. Como lo oyen. Aquí, un manchego se decidió a afrontar la Bilbao-Bilbao en el penúltimo grupo, (de los más rápidos) y tuvo la 'suerte' de perderse junto a 40 vascos, pasar de largo Erandio y llegar hasta Getxo. La broma nos supuso 12 kilómetros de más y tener que adelantar al coche escoba. Ver para creer.

Pero no fue un impedimento. Imbuído en el espíritu del Botxo. 'Aquí somos de Bilbao'. Me lie la manta a la cabeza y me pegué una marcha de la ostia, tu.Vamos, que con los dimes y diretes mis compañeros de equivocación y yo nos marcamos 127 kilómetros a una media de 32,5, superior a lo permitido por la carrera.

De sensaciones, buenísimas. Eso de subir los repechos vascos a 30 por hora mola bastante, aunque cansa. También que a los ingenieros de caminos se les olvidara hacer carreteras planas. Todos son toboganes. Sin aire, eso sí. Gran ventaja con respecto a los páramos manchegos.

Además hice amistad con el ciclista con los gemelos más descomunales que he visto. Lástima que durante los adelantamientos, pasaríamos a más de 5.000 compañeros, (algunos de ellos dignos herederos de Riñoneraman) le perdiese la pista. Sólo sé que trabaja de camarero en una Herriko Taberna.

Por cierto, que dos días después me enteré de que el 'amigo' Ibarretxe también tomó la salida. Lástima que no me lo cruzase y le dijera cuatro cositas... sobre la financiación del Euskaltel y su falta de apoyo a Iban Mayo. De lo otro que se encargue ZP, que pa eso le pagan.

Lo peor de esta marcha para todos los públicos fue la ducha, bueno, más bien la ausencia de ellas. Pregunté y nadie me dijo donde podía quitarme el sudor. Me veía haciendo 400 kilómetros hasta Madrid con las ventanillas abiertas o pegandome un bañito en la ría. Menos mal que uno tiene una novia con grandes ideas. En el hotel que había abandonado por la mañana estaba la solución. Ni corto ni perezoso cogí mi mochila, entre en la recepción, me marche al gimansio y me pegué una duchita en la sauna. Todo al módico precio de cero euros. Entended que omita el nombre del establecimiento en cuestión.

Por cierto, menudo hartazgo de pintxos vascos. Te ves negro para encontrar un restaurante en condiciones, de esos con macarrones en la carta. Así que txacoli pa' rriba, txacolí pa' bajo y a preparar la carrera. Menos mal que el buffet libre del hotel era más que generoso. 70 kilómetros sin necesidad de echar mano a las barritas.

Por cierto, observareis que aquí el colega se hizo la marcha en pata corta y eso que hacía frío. El espíritu 'Sonse', que lo llamo yo.