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viernes, 27 de julio de 2007

Talibanes a conveniencia

El coche apura los últimos kilómetros por carreteras francesas. En la radio martillean sin cesar las mismas noticias. Vinokourov fuera del Tour. Moreni detenido por dopaje. Idéntica cantinela a la escuchada durante todo el día por las emisoras gabachas, siempre tan condescencientes con L'Equipe. Vino dopé, Moreni exclusé. Entro en España. Anochece. Lejos queda en el espacio, que no en el tiempo la exhibición de Rasmussen en el Aubisque. El 'pollo' es un esqueleto andante en la línea de meta. La grasa se ha olvidado de acudir a su cuerpo.

Paso Zaragoza. Noche cerrada. Por el carril de la izquierda veo unos focos que me deslumbran. Sí es a mí. Me están 'dando las largas' para que me aparte. Voy a 130. Pero lo hago. Me sobrepasa a toda velocidad una furgoneta de reparto rápido de la empresa Nacex. No baja de 150 kilómetros hora. Uno loco, me digo a mí mismo y prosigo.

La atención vuelve a la radio. Exclusiva. Rasmussen expulsado por su equipo. Razones: dicen que les mintió, que no estaba en México cuando se saltó dos controles antidopaje, sino en Italia junto a Ferrari. Él lo niega. No hay pruebas aparentes, pero es obligado a irse. Detrás de todo está el Tour. La misma empresa que día tras día agredía verbalmente al danés a través de L'Equipe. Los talibanes del juego limpio se han salido con la suya. Tolerancia cero, reclamaba Lissaveztky.

Mientras tanto me siguen adelantando furgonetas de reparto. Todas a más de 150. Saltándose a la torera los límites de velocidad. Poniendo en juego su vida, la mía y la del resto de usuarios de la carretera. Es de noche y los radares fijos tienen problemas para hacer las fotos. Tampoco veo ningún coche de la Guardia Civil. Son ya casi un centenar y no pasa nada. Luego, si a alguno le ponen una multa dirán: "No es justo. Estaba haciendo mi trabajo que es entregar los paquetes lo antes posible. Así me gano la vida". Si claro, pero los que van por la autovía no tiene la culpa de ello, debería responder la Guardia Civil. "Menudos hijos de puta", acabaría comentando el conductor a sus amigos, con el asentimiento de todos ellos.

En ciclismo no. La sociedad no permite la más mínima sospecha. Tolerancia cero. Son unos drogadictos. Por lo menos ellos sólo juegan con su vida.

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