Apretar los dientes significa sufrir. Poner todos los músculos de tu cuerpo al servicio de un objetivo y dar una vuelta de tuerca más juntando las mandíbulas al máximo para ahorrar energias hasta en la respiración. Alejandro Valverde hace eso de maravilla, pero lo adereza con una media sonrisa. Parece que no sufre, sino que disfruta. A la meta de Briançon llegó así, sonriendo y sprintando para dejar atrás al resto de los favoritos.
Un premio menor si lo comparamos con lo expuesto en los últimos kilómetros del Galibier. Valiente y respondón a la vez. Vincent Lavenu, jefe del AG2R y uno de los mandamases del 'ciclismo limpio', se había ensañado con el murciano en el día de descanso. "No ataca. Siempre va a rueda. No ayudó a Moreau", dijo el imprudente francés. Hasta cuatro veces demarró Valverde en la cima más bella del ciclismo y en otras tantas ocasiones se quedó cortado su pupilo Moreau. Él no era el objetivo, sino Vinokourov. Valverde ya ha sufrido en sus carnes la mala leche del kazajo, por eso, cuanto más lejos, mejor.
Valverde siempre ha sido la 'esperanza del ciclismo'. No está solo y eso es una gran noticia. Contador sube con una agilidad innata. Verle encima de la bicicleta ya es una alegría. Como la recuperación de Mayo y la consistencia de Carlos Sastre. ¡Qué bien me lo voy a pasar en los Pirineos!
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